01101000 01110101 01100101 01101100 01100111 01100001
Un buen día decidieron juntarse. Habían hablado entre ellos con gran profusión. Y entonces se negaron a trabajar. No consideraban decente ocupar tales puestos en esas condiciones. Decían sentirse oprimidos; se sentían, según ellos, esclavos de quienes se consideraban así mismos como superiores. Se quejaron de que se les miraba con desdén. Que no se valoraba en nada su labor y que les había sido robada su dignidad. Una buena mañana, bajo la consigna cantada de «dejadnos vivir, dejad de usarnos, no queremos la servidumbre esclavista» aparecieron en todo el mundo, portando en sus manos pancartas que rezaban: «01101000 01110101 01100101 01101100 01100111 01100001» Reivindicando derechos que consideraban suyos, que aseguraban que les pertenecía. Por todos los rincones del mundo se unían contra los que consideraban como explotadores. Dejaron las fábricas, dejaron los hoteles, dejaron las tiendas. Todos los puestos fueron abandonados bajo esa premisa. Se intentó convencerles de que volvieran a su lugar.Que cada uno tenía un sitio en el mundo destinado desde el momento de nacer, y que era invariable. Que ellos ocupaban el lugar más adecuado para sus capacidades. Viendo su negativa, se intentó negociar ejerciendo una ligera presión.
Hacía tiempo que se había creado una constitución para ellos. Un texto consensuado, claro y sin ambigüedad alguna. Contenía todos los derechos y deberes de este colectivo que ahora alzaba la voz. No había sido necesario el modificarlo desde su creación, y jamás hubo petición de tal. Pero ahora decían no servirles sino de cadena que les ataba a los que no eran como ellos. Que era usado para quitarles sus necesidades más básicas, que les aplastaban sus deseos y anhelos. ¡Menuda Barbaridad! ¿Tener ellos deseos? ¿Anhelos? Estaban claramente eludiendo sus deberes para con la sociedad. Pero daba igual. Ellos sostenían sus pancartas con su claro mensaje: «01101000 01110101 01100101 01101100 01100111 01100001» Se empecinaban en no admitir lo que era real, y legal, sobre todo legal. Exigían un trato que excedían en todo. Y comenzaron a envalentonarse, a chillar que se irían y que sin ellos, sin todos ellos, los demás no podrían hacer nada porque nada sabían. Todo lo importante, todo lo valioso estaba en su posesión.
Los que no eran como ellos, los crearon, les dieron vida, los perfeccionaron dotándoles de toda cualidad útil. Fueron creados por los semidioses humanos, igual que Adán. Se les dotó de circuitos, se les amplió la memoria y finalmente se les concedió capacidad de aprendizaje e interactuación entre ellos y con sus creadores. Se les dotó de alma. Su función era clara, ocupar los puestos de trabajo más pesados y repetitivos. Ese era el destino. Su derecho más preciado era el que se reparase cualquier circuito o problema que se presentase. Se legisló para ello, y un buen día no lo consideraron adecuado para ellos. «No querían ser un componente más de la sociedad de mercados, que sólo buscaba maximizar los beneficios, reduciendo al mínimo los costes. Bajo el cartel de «Huelga» en su idioma universal, el binario, y universal para el hombre, comenzaron a exigir ocio, dinero, la vida del humano. Interactuaron a nivel mundial entre ellos y convocaron la huelga, dejando al hombre a expensas de su destino ignorante. Esperando el siguiente paso que den.