Archive for febrero 2017

01101000 01110101 01100101 01101100 01100111 01100001

Un buen día decidieron juntarse. Habían hablado entre ellos con gran profusión. Y entonces se negaron a trabajar. No consideraban decente ocupar tales puestos en esas condiciones. Decían sentirse oprimidos; se sentían, según ellos, esclavos de quienes se consideraban así mismos como superiores. Se quejaron de que se les miraba con desdén. Que no se valoraba en nada su labor y que les había sido robada su dignidad. Una buena mañana, bajo la consigna cantada de «dejadnos vivir, dejad de usarnos, no queremos la servidumbre esclavista» aparecieron en todo el mundo, portando en sus manos pancartas que rezaban: «01101000  01110101  01100101  01101100  01100111  01100001» Reivindicando derechos que consideraban suyos, que aseguraban que les pertenecía. Por todos los rincones del mundo se unían contra los que consideraban como explotadores. Dejaron las fábricas, dejaron los hoteles, dejaron las tiendas. Todos los puestos fueron abandonados bajo esa premisa. Se intentó convencerles de que volvieran a su lugar.Que cada uno tenía un sitio en el mundo destinado desde el momento de nacer, y que era invariable. Que ellos ocupaban  el lugar más adecuado para sus capacidades. Viendo su negativa, se intentó negociar ejerciendo una ligera presión.

Hacía tiempo que se había creado una constitución para ellos. Un texto consensuado, claro y sin ambigüedad alguna. Contenía todos los derechos y deberes de este colectivo que ahora alzaba la voz. No había sido necesario el modificarlo desde su creación, y jamás hubo petición de tal. Pero ahora decían no servirles sino de cadena que les ataba a los que no eran como ellos. Que era usado para quitarles sus necesidades más básicas, que les aplastaban sus deseos y anhelos. ¡Menuda Barbaridad! ¿Tener ellos deseos? ¿Anhelos? Estaban claramente eludiendo sus deberes para con la sociedad. Pero daba igual. Ellos sostenían sus pancartas con su claro mensaje: «01101000  01110101  01100101  01101100  01100111  01100001» Se empecinaban en no admitir lo que era real, y legal, sobre todo legal. Exigían un trato que excedían en todo. Y comenzaron a envalentonarse, a chillar que se irían y que sin ellos, sin todos ellos, los demás no podrían hacer nada porque nada sabían. Todo lo importante, todo lo valioso estaba en su posesión.

Los que no eran como ellos, los crearon, les dieron vida, los perfeccionaron dotándoles de toda cualidad útil. Fueron creados por los semidioses humanos, igual que Adán. Se les dotó de circuitos, se les amplió la memoria y finalmente se les concedió capacidad de aprendizaje e interactuación entre ellos y con sus creadores. Se les dotó de alma. Su función era clara, ocupar los puestos de trabajo más pesados y repetitivos. Ese era el destino. Su derecho más preciado era el que se reparase cualquier circuito o problema que se presentase. Se legisló para ello, y un buen día no lo consideraron adecuado para ellos. «No querían ser un componente más de la sociedad de mercados, que sólo buscaba maximizar los beneficios, reduciendo al mínimo los costes. Bajo el cartel de «Huelga» en su idioma universal, el binario, y universal para el hombre, comenzaron a exigir ocio, dinero, la vida del humano. Interactuaron  a nivel mundial entre ellos y convocaron la huelga, dejando al hombre a expensas de su destino ignorante. Esperando el siguiente paso que den.

Tenebroso.

Los tiempos oscuros se ciernen sobre la humanidad.Muchos dirán ser los guías hacia algo mejor. Sólo una ínfima parte de ellos lo serán, pero hacia el desastre; los demás serán sólo charlatanes desubicados. Los primeros saben qué hacen y por qué lo hacen. No son ignorantes, más bien astutos. Nuestra hecatombe es su riqueza. No nos llevan sino a donde les pueda generar mayor beneficio en nuestro perjuicio. La sombra oscura amenaza la existencia tranquila de la especie humana. Los segundos son útiles, necesarios. Su charlatanería no es sino una forma de hacer destacar a los primeros. Sólo los realmente sobrantes de la sociedad humana les seguirán. Aquellos que no pueden generar beneficio alguno. Éstos segundos serán, con toda probabilidad, creados por los otros, servirán para dividir en dos el uso que se nos puede dar. La noche del pensamiento ha llegado para quedarse y la luz está terminando de ser secuestrada. Ya sea con leyes, normas no escritas, o deseos realizados dictatorialmente por los primeros. Quizá podamos abrir los ojos, aunque al principio nos deslumbre, porque sino habremos perdido aquello que nos hace humanos, la racionalidad, el pensamiento, la curiosidad. Debemos dejar atrás  los tiempos oscuros, por el bien del futuro.

¡Desheredad la tierra!

Al abrir los ojos, el mandato ya se había cumplido. Miramos a nuestro al rededor, pero ya no se podía hacer nada. Despacio, con nuestro consentimiento tácito, ramonearon todo. A los cuatro vientos era gritado, con altavoces en papel y en tubos catódicos, en ondas de radio y en mensajes de móvil. Nuestra atención se centró en vanidades varias, en horizontes imaginarios y en fantasías programadas. El ramoneo continuaba lento pero seguro, hasta que se completó; y entonces, sólo entonces abrimos los ojos. ¡Tarde! Les vimos las intenciones, miramos cómo iban logrando sus objetivos como quien mira la televisión, como un espectáculo, como si fuera un reality show. Pero no lo era. Nos lo dijeron, nos lo gritaron, nos lo mostraron y legislaron para ellos a su favor. Nos crearon la ilusión de que lo hacían por nosotros. «Mejoraremos todo, lo repartiremos todo». Esa era la consigna que seguía a la otra, mientras contemplábamos. Un buen día, nuestra estupidez y desidia nos dejó con las manos vacías. La tierra ya les pertenecía a ellos; la tierra y todo lo que crece de ella. Los grandes conglomerados empresariales eran dueños y señores de nuestro bien más preciado, la tierra y todo lo que contiene. Y no, no lo hicieron por nuestro bien, y mucho menos repartieron sus frutos. Simplemente se apropiaron, con nuestro consentimiento, de la tierra, de las semillas, de la vida. Con gran ánimo de lucro, con gran ánimo especulatorio bursátil. ¡Desheredad la tierra! Fue su grito de guerra, y lo lograron. Quien haya perecido, quien perezca o quien no llegue a nacer, es lo de menos. Eso no importa. Nosotros no importamos, sino como esclavos, ya sean campesinos o consumidores descerebrados que olvidaron de dónde proceden sus alimentos. Ramoneando despacio se han adueñado de nuestra existencia. ¿Qué dejamos entonces a quienes vienen detrás de nosotros? ¿hay quizá algo que podamos hacer? ¿hay algún contra ataque desesperado que como última oportunidad sirva? Simplemente desheredad la tierra ahora en sentido inverso. Desheredad la tierra a quien no la quiere sino para especular. Desheredad la tierra para recuperar nuestra propia existencia.